Jamás pensé que hablar sobre lo perturbador fuera algo
tan incómodamente familiar y fascinante.

 

Al tomar entre mis manos Teatro Perturbador Interiores, esperaba encontrarme con textos que abordaran temas incómodos, que rozaran lo tabú, que me sacaran de mi zona de confort. El título mismo preparaba ese terreno. Sin embargo, la intensidad de esta antología me tomó por sorpresa. No es simplemente un teatro que perturba por los temas que toca, sino por cómo los toca. Rosa Helena Ríos no se contenta con mostrar el dolor; nos hace cómplices de él, nos sumerge en sus causas, nos obliga a reconocerlo en nosotros mismos.

Lo que más me sorprendió fue descubrir que lo verdaderamente inquietante está en ver reflejados nuestra oscuridad en personajes que podrían ser nuestros vecinos, familiares o nosotros mismos. En «Feliz aniversario, amor mío», por ejemplo, la autora nos enfrenta a una protagonista que nos deja sin aliento, no tanto por su brutalidad sino porque, en algún rincón secreto, podemos entender el impulso que la mueve, esa transmutación del amor en odio que ocurre cuando el desprecio se acumula por años.

Cada obra despertó en mí sensaciones distintas, pero igualmente intensas. Hubo momentos en que sentí un nudo en el estómago, como en «La Paloma», donde la protagonista Caro nos lleva por un descenso hacia sus traumas más profundos, revelando cómo el abuso infantil puede reconfigurar por completo la sexualidad adulta. Otros pasajes me produjeron una melancolía profunda por todo lo que perdemos sin siquiera darnos cuenta, como ocurre en «Día de campo en Nextipán» con su exploración del vacío que dejan los recuerdos dolorosos. En ocasiones experimenté esa risa incómoda que surge cuando el humor negro toca una verdad tan dolorosa que solo podemos reírnos para soportarla. Y varias veces me encontré conteniendo la respiración, atrapada en la tensión de una escena donde lo no dicho pesa más que las palabras.

Las nueve piezas de esta colección, aunque diversas en sus escenarios y situaciones, comparten un interés común por explorar las heridas más profundas que determinan nuestras vidas. Lo perturbador reside en cómo nos obliga a mirar lo que preferimos ignorar: que los monstruos a veces tienen rostros familiares, que las víctimas pueden convertirse en victimarios, que el amor y el odio no son opuestos sino caras de la misma moneda, que la familia puede ser tanto refugio como prisión.

El trabajo que aquí encontramos se destaca por su valentía para romper convenciones no solo temáticas sino formales. Mientras muchos dramaturgos abordan temas difíciles desde la distancia del simbolismo o la abstracción, Rosa Helena Ríos nos sumerge en interiores reconocibles —cocinas, salas, recámaras— donde lo extraordinario emerge de lo cotidiano.

Imaginar estas obras llevadas a escena multiplica su impacto. Como señala Rosa Elena Velasco en el prólogo, lo ideal sería que estos textos encontraran «ese director ideal, cómplice de aventura que tras arañar con dramaturgia las paredes del mundo, sacuda los escenarios y multiplique de cómplices las butacas.» La representación visual de estos conflictos internos, particularmente en «Amor de madre» o «El hilo de la araña», podría crear experiencias teatrales verdaderamente catárticas y transformadoras.

Así que los invito a adentrarse en estas nueve piezas teatrales no como quien busca entretenimiento pasajero, sino como quien está dispuesto a dejarse transformar. Quizás podrían comenzar con «Secreto», pieza que funciona como una gentil introducción al universo de la autora antes de sumergirte en las aguas más profundas de «Mientras bailo» o «La Paloma».

Prepárense para sentir incomodidad, para cuestionar y para reconocer en estos personajes fragmentos de personas que conoces o hasta de ustedes mismos.

Teatro Perturbador Interiores tiene el poder de hacernos más conscientes, más humanos, más compasivos frente a la complejidad de la existencia. Como dice uno de sus personajes, «¡El mundo todo es lo mismo! Una porquería… un ojo que critica, un dedo que señala, un pie que golpea…» Y es precisamente por eso que resulta necesario y urgente escribir sobre estos temas, desnudar estas realidades. Rosa Helena Ríos perturba no para escandalizar, sino para revelar las contradicciones que nos constituyen como seres humanos. Y en tiempos donde el arte a menudo se conforma con entretenernos, esta antología nos recuerda que el teatro también puede y debe sacudirnos hasta los cimientos.

 

Mai Deus

Escritora

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